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El Sacrificio de Cristo en el Calvario

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Es innegable que el hombre, como criatura, debe a Dios el homenaje de todo su ser, y, como pecador, le debe una víctima de expiación; por esto en la antigua ley todos los días, en el templo, era ofrecida a Dios tanta multitud de víctimas. Aquellas víctimas no podían satisfacer enteramente por nuestras deudas delante de Dios; era necesaria otra víctima más santa y más pura, la cual había de continuar sacrificándose hasta el fin del mundo, víctima que había de ser capaz de pagar lo que nosotros debemos a Dios: Esta santa víctima es el mismo Jesucristo, Dios como su Padre y hombre como nosotros

-San Juan María Bautista Vianney, Santo Cura de Ars, patron de los Parrocos

 

TEOLOGÍA de la SANTA MISA

Pues desde donde sale el sol hasta el ocaso, grande es mi Nombre entre las gentes, y en todo lugar ha de ofrecerse a mi Nombre un sacrificio de incienso y una oblación pura. Pues grande es mi Nombre entre las naciones, dice Yahveh Sebaot -Profeta Malaquías 1:11

 ¿Que es la SANTA Misa ?

 

La Misa es la renovación incruenta del Santo Sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo en el Calvario. Su fundador es el mismo Señor Jesús, quien el día que fuera entregado tomó  pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: «Tomad, comed, éste es mi cuerpo.» . Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: «Bebed de ella todos, porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados." 

Cristo nuestro Señor, «sacerdote sempiterno, según el orden de Melquisedec»(Sal 109, 4), «como hubiese amado a los suyos que vivían en el mundo» (Jn 13, 1), «en la última cena, en la noche en que se le traicionaba, para dejar a la iglesia, su amada Esposa, un sacrificio visible —como la naturaleza de los hombres pide— que fuese representación del sacrificio cruento que había de llevarse a efecto en la cruz, y para que permaneciese su recuerdo hasta el fin de los siglos y se aplicase su virtud salvadora para remisión de nuestros pecados cotidianos..., ofreció a Dios Padre su cuerpo y su sangre, bajo las especies del pan y del vino, y las dio a los Apóstoles, constituidos entonces sacerdotes del Nuevo Testamento, a fin de que, bajo estas mismas especies, lo recibiesen, al mismo tiempo que les ordenaba, a ellos y a sus sucesores en el sacerdocio, que lo ofreciesen»(Conc. Tridentino, ses.22 c.l.)

 

Los fines de la Santa Misa

El augusto sacrificio del altar no es, pues, una pura y simple conmemoración de la pasión y muerte de Jesucristo, sino que es un sacrificio propio y verdadero, por el que el Sumo Sacerdote, mediante su inmolación incruenta, repite lo que una vez hizo en la cruz, ofreciéndose enteramente al Padre, víctima gratísima. «Una... y la misma es la víctima; lo mismo que ahora se ofrece por ministerio de los sacerdotes se ofreció entonces en la cruz; solamente el modo de hacer el ofrecimiento es diverso».

 

Los fines de la Santa Misa son idénticos a los fines del Sacrificio de Calvario, de los que es el primero la glorificación de Dios. Desde su nacimiento hasta su muerte, Jesucristo ardió en el celo de la gloría divina; y, desde la cruz, la oferta de su sangre subió al cielo en olor de suavidad. Y para que este himno jamás termine, los miembros se unen en el sacrificio eucarístico a su Cabeza divina, y con Él, con los ángeles y arcángeles, cantan a Dios alabanzas perennes, dando al Padre omnipotente todo honor y gloria.

 

El segundo fin es dar gracias a Dios. El divino Redentor, como Hijo predilecto del Eterno Padre, cuyo inmenso amor conocía, es el único que pudo dedicarle un digno himno de acción de gracias. Esto es lo que pretendió y deseó, «dando gracias» en la última cena, y no cesó de hacerlo en la cruz, ni cesa jamás en el augusto sacrificio del altar, cuyo significado precisamente es la acción de gracias o eucaristía; y esto, porque «digno y justo es, en verdad debido y saludable».

 

El tercer fin es la exposición y la propiciación. Nadie, en realidad, excepto Cristo, podía ofrecer a Dios omnipotente una satisfacción adecuada por los pecados del género humano. Por eso quiso Él inmolarse en la cruz, víctima de propiciación por nuestros pecados, y no tan sólo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo (la oblación pura descrita por el profeta Malaquías). Asimismo se ofrece todos los días sobre los altares por nuestra redención, para que, libres de la condenación eterna, seamos acogidos entre la grey de los elegidos. Y esto no solamente para nosotros, los que vivirnos aún en esta vida mortal, sino también para «todos los que descansan en Cristo... que nos precedieron con la señal de la fe y duermen el sueño de la paz», porque, tanto vivos como muertos, «no nos separamos, sin embargo, del único Cristo».

 

El cuarto fin es la impetración. El hombre, hijo pródigo, ha malgastado y disipado todos los bienes recibidos del Padre celestial, y así se ve reducido a la mayor miseria y necesidad; pero, desde la cruz, Jesucristo, «ofreciendo plegarias y súplicas, con grande clamor y lágrimas... fue oído en vista de su reverencia», y en los sagrados altares ejerce la misma eficaz mediación, a fin de que seamos colmados de toda clase de gracias y bendiciones.

Tomada del la Encílica Mediator Dei de su Santidad Pio XII

"Si alguno dice que el Santo Sacrificio de la Misa es solo de abalanza o de acción de gracias, o que solo es una mera conmemoración del sacrificio consumado ya en la cruz, pero no uno de propiciación, o que solo es de beneficio a que lo recibe, que no se debe ofrecer para los vivos y los muertos, por los pecados, castigos, satisfacciones u otras necesidades, sea "ANATEMA” - Concilio de Trento (Denzinger, “ n. 948).

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